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Essay / Field Notes

Decisiones difíciles en la encrucijada de la maternidad y el trabajo de campo

Dos antropólogas que han realizado trabajo de campo estando embarazadas, o recientemente convirtiéndose en madres, comparten con valentía sus experiencias personales y hacen un llamado a crear culturas laborales favorables a la familia que se alineen con la evolución humana.
Una imagen en blanco y negro muestra a una mujer que lleva a un bebé en un arnés frontal mirando a dos personas que examinan objetos en el suelo de una cueva bajo una luz de pie.

La coautora Jamie Hodgkins sostiene a su hija mientras codirige las excavaciones en el yacimiento de Arma Veirana, en el noroeste de Italia.

Fabio Negrino/University of Genoa

Muchas mujeres en la ciencia que deben sortear la maternidad y el trabajo de campo escribirán un día un correo electrónico como este:

Queridos colegas,

Tenemos una gran temporada por delante. También tenemos una feliz noticia. Estoy embarazada. Empezaremos la temporada cuando comience mi segundo trimestre. Esperamos lo mejor, pero queremos asegurarnos de tomar precauciones en caso de que las necesitemos. ¿Podrían aconsejarnos cuál es la clínica de obstetricia más cercana al sitio de trabajo y el nombre de un buen medico, si conocen alguno?

Yo (Jamie) envié este mensaje mientras me preparaba para realizar un trabajo de campo paleoantropológico en una cueva del noroeste de Italia. Llevar a cabo un trabajo de campo siendo una mujer embarazada o una madre primeriza significa planificar un conjunto de situaciones complejas, como un posible aborto, complicaciones del embarazo, la lactancia y el cuidado del niño. Si tenemos la suerte de trabajar en lugares con un sistema sanitario sólido, esa planificación puede ser sencilla. Si no corremos con esa suerte, puede que nos encontremos escribiendo otro tipo de mensaje, como me ocurrió a mí (Jessica) cuando me embarqué en un trabajo de campo en Etiopía:

El viernes pasado me enteré de que estoy embarazada —una noticia muy bienvenida, pero en un mal momento para este viaje—. He estado investigando locamente sobre cuáles serían los principales peligros de estar embarazada en una zona con malaria. Ninguno de los médicos… puede darme un consejo decente. Todo lo que dicen es “no vayas”, lo que para mí no es una opción.

Ambas nos preguntamos si estos retos —que a menudo hacen que las mujeres se sientan aisladas y sin apoyo— las disuaden de iniciar una carrera basada en el trabajo de campo o de convertirse en líderes de proyectos de campo. Junto con la brecha de género que plaga las publicaciones científicas y las solicitudes de subvenciones, esto podría estar limitando las diversas perspectivas que son cruciales para llevar a cabo las investigaciones más innovadoras. Y como antropólogas que investigan los comportamientos que permitieron a los primeros humanos prosperar, reconocemos que la cultura que rodea a las familias en muchos entornos profesionales es directamente contraria a cómo evolucionaron las sociedades humanas.

Nuestros antepasados pudieron extenderse por la Tierra porque vivíamos en grupos cohesionados que compartían las responsabilidades de amamantar y criar a las familias. La reproducción y el cuidado de los niños estaban en el centro de sus vidas. Sin embargo, hoy en día, en muchas naciones industrializadas, la reproducción se considera un inconveniente para nuestro sistema económico y nuestro entorno profesional. Esta actitud está muy alejada de lo que hizo que nuestra especie tuviera éxito.

Creemos que hay formas de cambiar esta situación: incluir a más mujeres y familias en el trabajo de campo, y acoger la valiosa perspectiva de las madres en los esfuerzos científicos.

DECISIONES DIFÍCILES SOBRE LA MATERNIDAD Y EL TRABAJO DE CAMPO

La historia de Jessica: Me tocó ver la primera imagen de dos de mis bebés mientras viajaba por el trabajo de campo. La primera fue una ecografía durante una visita de emergencia al hospital por el embarazo entre los vuelos a Etiopía. La otra fue un médico con el ceño fruncido que dijo que todo estaba bien pero escribió un gran y cauteloso “40” en la parte superior de la hoja de ingreso tras comprobar mi edad. A medida que avanzaba la temporada de trabajo de campo, más de una amiga y colega cercana a esa edad tuvo un resultado de examen de embarazo desgarrador. Me preguntaba cada día si yo sería la siguiente.

Las mujeres académicas que construyen una carrera sienten profundamente que dos relojes hacen tictac simultáneamente. Muchas se encuentran con que su trabajo previo a obtener un puesto de permanencia y los años más críticos y vulnerables de la construcción de su carrera se solapan con sus años reproductivos biológicamente óptimos. Algunas pueden sentirse presionadas para obtener sus títulos académicos antes de formar una familia. Otras sienten la urgencia de conseguir primero el puesto de titular. Y otras se sienten acorraladas a no tener hijos.

A woman wearing a blue shirt and wide-brimmed hat swings a child in an orange shirt under her arm on a patch of red dirt leading to shrubs and trees in the background.

La coautora Jessica Thompson carga a su hijo Bryan en el yacimiento arqueológico de Bruce en Karonga, Malawi.

Rykene Sander-Ward

Estar embarazada durante el estudio de posgrado y en la fase inicial de la carrera puede conllevar una falta de apoyo social y financiero, un acceso limitado a la atención sanitaria y un juicio sobre la seriedad con la que se toma la profesión. Pero las personas que tienen hijos más tarde aumentan sus factores de riesgo, y quedarse embarazada puede ser más difícil y costoso, lo que cambia fundamentalmente los planes que se tenían desde hace tiempo sobre cuántos hijos tener. No hay opciones ideales.

Para quienes se dedican a disciplinas que implican un trabajo de campo prolongado, decidir si tener o no hijos es un dilema de peso que implica consideraciones adicionales: ¿Se puede interrumpir el tratamiento de fertilidad, de ser necesario, para realizar el trabajo de campo? ¿Cómo podría verse afectada su salud si está embarazada lejos de la atención médica? ¿Cómo podrían afectar las vacunas o la profilaxis de enfermedades recomendadas para los viajes a la salud de su bebé en gestación?

El proceso de planificar, experimentar y recuperarse de un embarazo lleva, como mínimo, más de un año. La lactancia puede añadir años adicionales de cuidados en los que el contacto frecuente entre la madre y el bebé es esencial. Desarrollar un proyecto de campo requiere una inversión de tiempo similar para conceptualizarlo, establecer conexiones, buscar financiación y obtener permisos. Una vez llevado a cabo, a menudo requiere temporadas de campo anuales para mantener el impulso.

Por lo tanto, es casi imposible poner en “pausa” el trabajo de campo durante un año o compaginar la gestión del proyecto con aspectos del embarazo y la maternidad temprana que no pueden programarse.

Las autoras están llevando a cabo un estudio sobre los deberes de los cuidadores y las opciones profesionales en las ciencias que requieren trabajo de campo. Si usted es una persona de las ciencias que realiza trabajo de campo, con o sin obligaciones de cuidador, y desea participar en el estudio rellenando una encuesta, haga clic aquí .

EMBARAZO Y CUIDADO DE NIÑOS EN EL CAMPO

La historia de Jessica: Semanas antes de que comenzara la temporada de campo en una remota zona desértica de Etiopía, empaqué y volví a empacar mi ropa y provisiones, tratando de que todo cupiera. Pero me encontraba en mi primer trimestre y había una posibilidad extra de pérdida. Necesitaba muchas toallas sanitarias para hacer frente a la posible pérdida de sangre, que puede durar dos semanas. Saqué unos pantalones para el trabajo de campo adicionales, dándome cuenta de que ningún hombre había tenido que tomar esa decisión.

Después de llegar, surgió una complicación y necesité asesoramiento médico. Subí a un gran peñasco y agité mi teléfono en el aire a una hora determinada de la tarde para conseguir señal. Entonces pude enviar un mensaje de texto a mi pareja para que lo consultara con una enfermera. Si tenía suerte, podría tener una respuesta la noche siguiente cuando lo intentara de nuevo.

Estar embarazada en el campo conlleva un montón de precauciones, responsabilidades y preocupaciones. Una vez que nace el bebé, surge otra serie de dilemas. ¿Tendrá que dejar de amamantar antes de tiempo para realizar el trabajo de campo? A medida que los niños crecen, ¿sufrirán ellos —o usted— una carga emocional duradera debido a sus prolongadas ausencias y a la falta de opciones de comunicación si no puede llevarlos consigo? Si lleva a sus hijos, ¿cómo puede garantizar su seguridad y bienestar emocional? ¿Comprometerá su capacidad para hacer el trabajo? ¿Y cómo puede costearlo?

“Mi perspectiva como mujer embarazada y madre aportó detalles al pasado y permitió una interpretación más informada y profunda de nuestros hallazgos”

La historia de Jessica: Mi hijo tenía un año y medio cuando lo dejé para embarcarme en mi primer proyecto como directora de campo. Estábamos en el aeropuerto y él estaba en un cochecito con mis padres, que lo cuidarían mientras yo trabajaba en Malawi. Allí no tendría conexión a la red. Y, de todas formas, ¿se puede llamar a un niño de un año y medio? ¿Cómo hacerle saber que su madre está pensando en él? Caí de rodillas y me abracé al cochecito con él dentro, porque sabía que si lo levantaba y él luchaba por volver a entrar en el cochecito, no habría podido soportar dejarlo.

Ese momento fue una encrucijada en mi carrera: ¿Sería capaz de dejarlo y ser directora de campo o no? Más tarde, mi exesposo argumentó ante un tribunal que yo había abandonado a mi hijo para hacer esa investigación necesaria para mi trabajo. Pero, ¿cuántos hombres dejan a sus hijos con sus esposas o abuelos para viajar por trabajo?

El cuidado intergeneracional y de la familia ampliada se practica en culturas de todo el mundo. Pero en muchos países que financian la mayor parte de las investigaciones de campo, las madres no suelen contar con el apoyo de un grupo familiar numeroso o de la comunidad. En algunos de estos lugares, el cuidado de los niños derivado de la comunidad y compartido —que es común en muchas sociedades tradicionales— es inexistente, mientras que las guarderías privadas y los centros de cuidado de niños son extremadamente caros, y la mayoría de los lugares de trabajo y las reuniones profesionales no ofrecen cuidado de niños. Pocas agencias de financiación de la investigación permiten a los investigadores principales solicitar fondos para el cuidado de los niños o los viajes de la familia. Las familias monoparentales sienten esta carga con especial intensidad.

Cualquier familia con padres trabajadores entiende la aplastante tensión entre poder hacer su trabajo y tener la fortaleza y la capacidad financiera para dejar a su hijo al cuidado de otros. Aunque esto afecta a todos los géneros de padres, las mujeres soportan el peso de la crianza de los hijos de forma diferente. Las limitaciones biológicas, como el embarazo y la lactancia, complican aún más lo que ya es un panorama social más tenso para las personas que se identifican como mujeres. Hablar de estas limitaciones puede ser desalentado en el lugar de trabajo, silenciando a quienes quieren abogar por los cuidados que necesitan para seguir haciendo bien su trabajo.

A woman wearing an orange shirt, tights, and running shoes sits on a plastic chair and bottle feeds a baby.

Hodgkins alimenta a su hija en el yacimiento de la cueva de Arma Veirana.

David Strait/Washington University

La historia de Jamie: Comencé la temporada de campo en Italia al principio de mi segundo trimestre. Quería hacer la temporada como siempre, yendo de excursión al yacimiento por la mañana y volviendo al laboratorio por la tarde. Esa temporada, la caminata me hizo sentir muy mal. A pesar de contar con colaboradores fuertes y con mi marido para apoyarme, no sabía cómo hablar del desgaste fisiológico que estaba sintiendo. Algunas personas corren maratones estando embarazadas. ¿Acaso era muy mala estando embarazada? Todo el mundo se esforzaba tanto que me sentía algo culpable, y sabía que nadie podía entender realmente lo que quería decir cuando decía: “Me siento agotada por la caminata. Me pesa la cabeza y me siento desorientada”. No obstante, pasé a trabajar en el laboratorio y a visitar la cueva una vez a la semana.

En la siguiente temporada, cuando trajimos a nuestra hija, volví a ir de excursión a la cueva la mayoría de las mañanas, luego volvía a bajar y me dirigía a la casa para amamantar, luego al laboratorio, luego de vuelta a amamantar. Mi bebé era lo suficientemente pequeño como para requerir cuidados las 24 horas del día. Tuve la suerte de que mi suegra estuviera dispuesta a viajar con nosotros para proporcionarnos el apoyo necesario. Utilizamos el dinero que habíamos estado ahorrando para cubrir los gastos, algo que una familia con un solo ingreso no podía hacer.

Todas estas cargas pueden provocar un desequilibrio en las oportunidades que tienen las mujeres de convertirse en líderes en su ámbito. Muchas mujeres —especialmente las que planean quedarse embarazadas y potencialmente amamantar— pueden considerar que los trabajos orientados al campo están más fuera de su alcance que la investigación en el laboratorio, lo que conduce a mayores disparidades de género. [1] Nota: El uso de la palabra “mujer” o “mujeres” en este ensayo incluye a las mujeres trans. Además, muchas de las experiencias del embarazo y la paternidad de las que se habla en este ensayo son compartidas por algunos hombres trans y personas no binarias, aunque los prejuicios y juicios que experimentan los individuos con respecto a la paternidad en los entornos profesionales varían y pueden ser diferentes de los que experimentan las mujeres cisgénero. Pero excluir del trabajo de campo a las personas en edad fértil parece irracional si se mira con el prisma de la historia de la humanidad.

Lea más desde el punto de vista de una antropóloga que creció viajando a los sitios de campo con sus padres antropólogos: The Gift of a Bicultural Upbringing” (“El regalo de una educación bicultural” )

LOS APORTES DE LAS MADRES Y LAS COMUNIDADES, ANTES Y AHORA

La historia de Jessica: Mi esposo y yo planeamos llevar a nuestros dos hijos a nuestro trabajo de campo en Malawi. Como habíamos estado intentando tener otro hijo, mi esposo sugirió: “¡Quizá llevemos a los tres!”. Al final, lo hicimos. Tuvimos nuestra primera ecografía durante las vacaciones de mitad de temporada y vimos las diminutas piernas recogidas en el pecho. Por primera vez en mi carrera, también descubrí un entierro humano: un bebé, con las piernas enroscadas en la misma posición que las de mi bebé. Más tarde, utilizando ADN antiguo para uno y ADN extraído de mi sangre para el otro, descubrimos que ambos bebés eran varones.

La experiencia de convertirme en madre mientras estudiaba la evolución humana ha sido reveladora para mí (Jessica). Esa experiencia humana fundamental y casi universal de tener hijos y estar rodeada de niños —que es una parte importante de mi investigación sobre las sociedades antiguas— me era totalmente ajena hasta que tuve hijos. Es la experiencia práctica de vivir tu investigación de una manera que no puedes modelar en un laboratorio.

Tener hijos me mostró cuánto trabajo supone solo mantenerlos a salvo y vivos, y cómo se enfrentan constantemente a retos mientras aprenden a caminar, a utilizar herramientas y el lenguaje, y a entender el simbolismo, conexiones que nuestros antepasados tuvieron que hacer por primera vez.

Thompson, sus colegas y sus hijos se reúnen en el yacimiento de la aldea de Mwanganda, en Malawi.

Andy Cohen

Los arqueólogos están en la búsqueda de conocer la vida de las personas del pasado, que debemos reconstruir a partir de fragmentos. Cualquier detalle personal —como el paralelismo entre un bebé enterrado y la imagen de una ecografía— atraviesa el tiempo y hace que uno se dé cuenta de que está tocando otra vida humana. Cuando eso ocurrió, empecé a pensar mucho más en las circunstancias del fallecimiento y el entierro de este bebé. ¿Qué significaba el niño para su sociedad? ¿Cómo ocurrió esto, en este lugar exacto, hace tanto tiempo? ¿Cómo afrontó su madre la pérdida?

Antes de ser madre, me habría planteado esas preguntas de forma mucho más académica y clínica. Después de convertirme en madre, sentí esos momentos porque pude imaginarlos más vívidamente. Esta percepción me ha llevado a considerar cuestiones de investigación que quizá no había considerado antes, y me ha dado una perspectiva de la vida de los demás que me hace ser una mejor mentora de mis alumnos.

La historia de Jamie: Estaba embarazada cuando mi equipo descubrió la parte superior de un cráneo infantil humano en la cueva de Arma Veirana, en Italia. Como era el último día de la excavación, tuvimos que cubrir el enterramiento con una capa protectora y esperar hasta la siguiente temporada para desenterrarlo. Cuando regresamos, mi marido y yo llevamos a nuestra hija de 6 meses. Mientras excavábamos los restos, descubrimos el cuerpo y más tarde supimos que era una niña, apenas unos meses menor que la mía. Nuestro equipo llamó a la antigua niña “Neve”.

Aunque nacieron con 10.000 años de diferencia, Neve y mi hija están íntimamente conectadas en mi mente, habiendo surgido en mi vida casi al mismo tiempo. Mientras recuperaba los diminutos huesos de Neve, lloré, comprendiendo parte del dolor de su madre, ya que yo había experimentado un aborto espontáneo no mucho antes.

Como una de las directoras del proyecto de la excavación de Arma Veirana, mi perspectiva y presencia como mujer embarazada y madre aportó detalles al pasado y permitió una interpretación más informada y profunda de nuestros hallazgos. De hecho, estoy orgullosa de que hayamos podido contar una pequeña parte de la historia de la madre de la bebé. Los isótopos de los dientes de la bebé revelaron pistas sobre los hábitos alimenticios de la madre, y las líneas de tensión en los dientes de la infante sugirieron que la madre soportó estrés durante su embarazo.

Después de encontrar a Neve y de tener a mi hija, nunca veré de la misma manera el alejamiento generalizado de la vida de cazador-recolector. Trabajos como este pueden aportar detalles sobre las experiencias de las mujeres en el pasado.

El yacimiento de la cueva de Arma Veirana, reconstruido digitalmente aquí, está ayudando a los paleoantropólogos a responder a preguntas sobre cómo los primeros humanos modernos pudieron extenderse con éxito por todo el planeta.

David Strait/Washington University

Los puntos de vista de las mujeres, las madres y las personas de diversos orígenes e identidades de género benefician a los proyectos de campo. Pero la inclusividad puede ser difícil de lograr en culturas profesionales que asumen que los padres pueden o deben dejar a sus hijos en casa cuando participan en proyectos de campo. También es difícil de lograr en instituciones que consideran que los costos del cuidado de los niños y los viajes de las familias quedan fuera del ámbito del esfuerzo científico. Resulta irónico dedicar una vida profesional a comprender los aspectos económicos fundamentales para la evolución de las sociedades humanas —incluyendo la gestación, la lactancia y el cuidado de los niños— mientras se pretende que de alguna manera estamos exentos de estas mismas condiciones.

Uno de los rompecabezas más fascinantes de la evolución humana es lo dependientes que han sido los humanos de la ayuda de otros miembros de la comunidad para criar a sus hijos. Algunos antropólogos han propuesto que ésta es la razón por la que los humanos tienen una vida tan larga, ya que los abuelos contribuyen al bienestar continuo de la familia.

Como antropólogas y madres, la imagen que nos surge del registro arqueológico es que los antiguos cazadores-recolectores parecen haber prosperado, viviendo en grupo y cuidando de sus comunidades. El modo en que viven hoy muchas personas en las sociedades industrializadas parece tan poco natural, tan alejado de cómo evolucionamos.

SOLUCIONES MÁS INCLUSIVAS PARA LAS FAMILIAS

Así pues, imaginemos una forma diferente de tender un puente entre la maternidad y el trabajo de campo en las sociedades en las que existe esta brecha: una forma que sitúe a las mujeres, los niños y las familias dentro de la misión de investigación. Veamos a los científicos como personas completas que forman parte de las familias y las comunidades, no aisladas en sus carreras. Entonces, reconstruyamos el deber de las instituciones y de las agencias que conceden subvenciones de proporcionar apoyo a todo el esfuerzo científico.

Consideremos un escenario en el que cualquier investigador de campo con dinero de subvención pueda solicitar un fondo especial para incorporar a su equipo a un trabajador de la salud. Tal vez las enfermeras o los médicos a inicios de su carrera o jubilados encontrarían valor en pasar unos meses con los equipos de investigación —con viajes, alojamiento y comida proporcionados— para trabajar en lugares que captan tanto interés público. La financiación para ello permitiría mantener a todo un equipo. Las personas embarazadas y las que se sienten excluidas por sus condiciones de salud ya no tendrían que sentirse tan solas o temerosas.

Two adults and two children stand with their arms around each other near a cliff. Trees and shrubs stretch out into the distance under a blue sky.

Thompson, su esposo, Jacob, y sus dos hijos, Bryan y Ethan, visitan un yacimiento de arte rupestre en Malawi.

Alex Bertacchi

Esto replantea al menos parte de la cuestión como un problema económico, solucionable por medios económicos. Pero también debemos dar la vuelta al guión colectivamente y considerar los beneficios que todos obtenemos en la ciencia del campo al hacer que las madres se sientan incluidas. Cuando una mujer informa a sus colegas de que está embarazada, la vocecita que responde “no se toma en serio el trabajo” o “esto es un problema” debe ser sustituida por la sensación de que se ha añadido algo nuevo y emocionante a la forma de desarrollar la investigación.

Necesitamos que la reacción inmediata sea: “¿Cuál es la mejor manera de apoyar esto?”.

Los brillantes científicos de campo que inician su carrera están tomando actualmente decisiones imposibles y a menudo ocultas que darán forma a la próxima generación de investigación. Es hora de hablar de este tema y de solucionarlo. Normalizar los “problemas de las mujeres” para que se conviertan en “problemas de la comunidad” y ofrecer un acceso equitativo a la asistencia sanitaria, los viajes familiares y el cuidado de los niños para las personas que viajan para realizar el trabajo de campo serían movimientos revolucionarios hacia la diversidad, la equidad y la inclusión.

Utilizar fondos para apoyar la condición humana de los científicos les permitiría concentrarse plenamente en su misión y ampliaría la diversidad de perspectivas en la investigación. Al devolver el proceso de la maternidad y el trabajo de campo a nuestras raíces humanas, podemos hacer que la ciencia sea mejor y más cercana al mundo.

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