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Essay / Phenomenon

Vibraciones fantasma de un teléfono inteligente perdido

Un antropólogo que estudia las interacciones entre el ser humano y las computadoras analiza cómo y por qué resulta tan inquietante perder nuestro teléfono inteligente.
On a quiet street at night, a small, glowing rectangular device rests on the sill of a stall window shuttered with a corrugated metal cover.

Jorg Greuel/Getty Images

David,UN CÍBORG ESTADOUNIDENSE,ha vivido en Río de Janeiro, Brasil, durante el último mes. [1] Todos los nombres se han cambiado para proteger las identidades de las personas. Como cíborg —un híbrido humano-máquina— puede trabajar desde cualquier lugar siempre que su cuerpo permanezca conectado a Internet.

Antes de viajar a Brasil, unos amigos locales le advirtieron sobre los tecnobandidos que rondan por las calles de Río, robando prótesis cibernéticas de bolsillo a turistas desprevenidos para venderlas en el mercado negro. Por eso, cuando llegó por primera vez a la ciudad, David extremó las precauciones. Se movía por las calles con ojos vigilantes y postura cautelosa, manteniendo oculta su prótesis la mayor parte del tiempo.

Pero esta noche es diferente. Después de un mes en Río, David se ha acostumbrado al ajetreo de la ciudad. La aprensión inicial que una vez se apoderó de él se ha desvanecido en el fondo, sustituido por una confianza audaz —y un toque de arrogancia—.

Mientras camina por la acera, una vibración familiar palpita a través de su prótesis. David la desenfunda y se disocia momentáneamente, desplazando su atención de su entorno físico a un mundo virtual. La alerta indica un mensaje de un colega —nada urgente—.

Al cabo de un momento, David vuelve a concentrarse en su entorno y mira a dos hombres sentados en el suelo. Se levantan y se acercan a él, hablando rápidamente en portugués y haciendo gestos frenéticos para desorientarlo. Antes de que pueda reaccionar, uno de ellos agarra a David por el cuello de la camisa.

El bandido empuja a David contra una pared y le pone un cuchillo en el abdomen, mientras su cómplice le arranca la prótesis de la mano. Tan repentinamente como aparecieron, los tecnobandidos dan media vuelta y desaparecen en la noche.

Aunque físicamente está ileso, David está profundamente conmocionado. Aturdido y sobresaltado, regresa tambaleándose a su apartamento.

En los días siguientes, le invaden sentimientos inquietantes. David siente vibraciones que no existen. Imagina el peso de la prótesis contra su cuerpo. Cuando quiere acceder a una información o recordarla, la toma instintivamente, pero se encuentra con un espacio vacío. En un momento dado, incluso experimenta una alucinación auditiva en la que oye sonidos procedentes del dispositivo desaparecido.

No es el robo lo que atormenta a David; es la ausencia aguda de su prótesis. Este cíborg experimenta un fenómeno similar al del miembro fantasma.

CONVERTIRSE EN CÍBORG

Cuando imaginas un cíborg, ¿qué tipo de criatura le viene a la mente?

Para muchos, un cíborg representa una entidad futurista, un producto de desarrollos tecnológicos aún por llegar. Sin embargo, la anécdota anterior procede de un trabajo de campo de tesis que realicé en 2022, explorando las interacciones persona-computadora entre hombres homosexuales residentes en California. Más concretamente, esta investigación se centró en comprender cómo las relaciones de estos usuarios con los teléfonos inteligentes —y las empresas tecnológicas que crean estos dispositivos y sus amplias aplicaciones— están transformando características fundamentales de la existencia, la experiencia y el rendimiento humanos.

Para saber más, escuche una entrevista con el autor en el podcast SAPIENS: Smartphones Are Bicycles for Our Minds.”  (Los smartphones son bicicletas para nuestras mentes)

Es un hecho ampliamente reconocido, pero a menudo infravalorado, que en menos de dos décadas los teléfonos inteligentes han revolucionado la mayoría de los aspectos de la vida humana cotidiana. Estas pequeñas computadoras han cambiado radicalmente la forma en que las personas de muchas partes del mundo se comunican y transmiten información; aprenden, enseñan, imaginan, trabajan y juegan; confían, sienten empatía y expresan otras emociones; producen, distribuyen, intercambian y consumen; se mueven, navegan y migran; e incluso comen, duermen, copulan y defecan, entre otras cosas.

Pero el relato de David sobre el atraco y las sensaciones fantasmales sugiere que los teléfonos inteligentes han cambiado algo más que nuestra forma de hacer las cosas. Para muchos usuarios, nuestras interacciones con estos dispositivos han modificado profundamente lo que significa tener y ser un cuerpo humano.

  

LAS SENSACIONES FANTASMAS Y EL CUERPO

Las sensaciones fantasma, como las que experimentó David tras la pérdida de su teléfono inteligente, se refieren a un fenómeno en el que un individuo experimenta sensaciones relacionadas con una parte del cuerpo que ya no está físicamente presente. Este fenómeno ha sido reconocido por varias culturas a lo largo de la historia, pero  Ambroise Paré , el barbero-cirujano francés, fue el primero en documentarlo en el contexto de la medicina occidental. En su Tratado de cirugía de 1564, Paré describe casos de soldados heridos que se quejaban de dolor en miembros recién amputados.

Bajo el término general de sensaciones fantasma se engloba una amplia variedad de experiencias. Entre ellas se incluyen el dolor, el hormigueo, el picor y la experiencia de realizar una tarea con una parte del cuerpo perdida, como intentar coger un objeto con un brazo recién amputado. Aunque suele asociarse a las extremidades, las sensaciones fantasma también pueden afectar a otras partes del cuerpo. Por ejemplo, algunas personas refieren erecciones fantasma tras la amputación del pene o sensaciones de expulsión de gases tras la extirpación quirúrgica del recto.

Un par de brazos con camisa roja, de los cuales solo uno tiene una mano, se sostienen frente a un espejo, creando la ilusión de una segunda mano.

La terapia del espejo puede ayudar a tratar el dolor del miembro fantasma engañando al cerebro del paciente para que piense que tiene control sobre la parte del cuerpo afectada.

Golan Levin/CC BY 2.0/Flickr

Aunque las sensaciones fantasma están documentadas desde hace siglos, los mecanismos fisiológicos subyacentes aún no se conocen del todo. Sin embargo, los científicos creen que están relacionados con la neuroplasticidad —la capacidad del sistema nervioso para cambiar, adaptarse y reorganizarse en respuesta al aprendizaje, las experiencias o los cambios corporales—.

Nuestro sistema nervioso mantiene esquemas corporales, modelos mentales completos de nuestra forma física. Estos esquemas —formados a través de continuas entradas sensoriales, experiencias motoras y retroalimentación ambiental— permiten al cerebro crear un mapa interno dinámico de la estructura del cuerpo y su potencial para interactuar con el mundo. Tras la pérdida de una parte del cuerpo, el sistema nervioso debe ajustar este modelo mental para reflejar la forma alterada del cuerpo.

Pero este proceso de recalibración es complejo y puede llevar un tiempo, ya que requiere que nuestro sistema nervioso desaprenda patrones profundamente arraigados y establecidos durante años. Durante este periodo, las personas pueden experimentar sensaciones fantasma relacionadas con esa parte del cuerpo que falta hasta que el modelo del cerebro se reconfigura a su nueva realidad espacial.

TELÉFONOS INTELIGENTES COMO PRÓTESIS

A primera vista, describir un teléfono inteligente como una prótesis puede parecer exagerado. Los usuarios de teléfonos inteligentes no suelen considerar sus dispositivos como partes artificiales del cuerpo. Pero los informes de sensaciones fantasma de David y otros participantes en la investigación sugieren que nuestros cerebros han llegado a representar los teléfonos inteligentes como extensiones duraderas de nuestros cuerpos físicos, no muy diferente de cómo una persona con visión limitada podría incorporar un bastón como una extensión de su sistema espacial y perceptivo.

Mediante un uso regular, fiable y repetitivo, los teléfonos inteligentes modifican la estructura del cerebro, forjando nuevas vías neuronales y recableando las redes neuronales. Al igual que el sistema nervioso integra cada miembro en su representación mental de la forma del cuerpo y sus posibles funciones, también puede incorporar los teléfonos inteligentes a este esquema corporal. En otras palabras, los humanos podemos experimentar sensaciones fantasma cuando nos desconectamos de nuestros teléfonos inteligentes porque nuestro sistema nervioso los percibe como partes integrantes de nuestro cuerpo.

Un dibujo esquemático en un libro antiguo representa un brazo protésico doblado.

El cirujano-barbero Ambroise Paré diseñó prótesis, entre ellas este brazo y mano mecánicos, para los soldados heridos del ejército francés.

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Instrumenta chyrurgiae et icones anathomicae/[Ambroise Paré]/ Wellcome Collection/Dominio público

Las experiencias de sensaciones fantasma relacionadas con los teléfonos inteligentes apuntan a una capacidad biológica más amplia que comparten todas las especies: la capacidad de modificar con flexibilidad la morfología funcional mediante el uso de herramientas. En algunos casos, un organismo integrará profundamente esta herramienta en su cuerpo en las dimensiones espacial, cognitiva y perceptiva —un proceso denominado incorporación de la herramienta—.

La incorporación de herramientas no es algo nuevo ni exclusivo de los teléfonos inteligentes, ni siquiera de los seres humanos. Sin embargo, transforman nuestros cuerpos de un modo sin precedentes al conectarlos continuamente a Internet, que funciona como un sistema nervioso digital externo. Esta conexión aumenta la capacidad de los usuarios para transmitir, percibir, procesar y responder a la información más allá de los límites de nuestros cuerpos biológicos innatos.

Esto tiene importantes implicaciones para la privacidad y la autonomía de los usuarios. Por ejemplo, la perfecta integración con los teléfonos inteligentes con conexión a Internet somete a los usuarios a continuos circuitos de retroalimentación en tiempo real orquestados por agentes externos. Aunque no es intrínsecamente negativo, muchas empresas tecnológicas abusan de esta capacidad, utilizando sofisticados algoritmos para modificar sutilmente nuestros comportamientos y visiones del mundo de manera que prioricen sus intereses corporativos, a menudo fuera de la conciencia de los usuarios.

RECUPERAR LA AUTONOMÍA

Unos días después del asalto, David regresa a Estados Unidos. Al llegar a Los Ángeles, su objetivo inmediato es comprar un teléfono nuevo. Tras dejar las maletas, corre a la tienda. Esta urgencia no consiste solo en reponer un aparato perdido; se trata de restaurar una parte fundamental de sí mismo, algo que se convirtió en una extensión de su cuerpo y su mente a lo largo de años de uso habitual.

Los teléfonos inteligentes han transformado lo que significa ser humano al hacer que la informática deje de ser una actividad discreta y se convierta en una forma de vida para muchos usuarios. Las sensaciones fantasmales de David al separarse de su teléfono inteligente ilustran lo profundamente integrados que han llegado a estar estos dispositivos.

La gente que camina por una calle peatonal muy transitada mira hacia abajo, a sus teléfonos inteligentes.

En menos de dos décadas, los teléfonos inteligentes se han integrado tan profundamente en la vida cotidiana de muchas personas que han remodelado nuestros cuerpos y mentes.

Mike Kemp/In Pictures/Getty Images

Aunque muchos lectores —y devotos usuarios de teléfonos inteligentes— pueden considerar preocupante esta influencia, abandonar nuestros dispositivos no es la solución. Nuestros teléfonos inteligentes proporcionan un acceso esencial a la información, la comunicación y los servicios, lo que los hace indispensables para muchos aspectos de la vida cotidiana actual. En lugar de eso, los consumidores deberían exigir a las empresas tecnológicas que den prioridad a diseños centrados en el ser humano que nos capaciten y preserven la autonomía, la privacidad y la identidad, en lugar de socavarlas.

A medida que avanzamos en esta era de conectividad omnipresente, debemos reflexionar más profundamente sobre cómo estos dispositivos se han convertido en extensiones perdurables de nuestros cuerpos y mentes. La frontera entre el cuerpo y la máquina nunca ha sido tan difusa; comprender esta dinámica es clave para garantizar que los futuros diseños tecnológicos mejoren, en lugar de erosionar, nuestra humanidad.

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